Cultos del Caos

 Cultos del Caos



    Las grandes masas de habitantes del Imperio trabajan día y noche en un universo cada vez más hostil. Miles de enormes ciudades colmena se ven desbordadas y los mundos industriales siguen en funcionamiento gracias a los esfuerzos de innumerables trabajadores que se afanan bajo la mirada de acero de sus despóticos amos. Sin embargo un régimen tan restrictivo y opresivo como el del Imperio es un terreno fértil para la insurrección, y siempre hay quien fomenta ese descontento para sus propios y oscuros fines. Frente a la desesperanza, muchos se ven influenciados por historias susurradas que hablan de los Dioses del Caos y de las recompensas otorgadas a sus seguidores. Tal inimaginable poder es tentador para los que no tienen nada, y ponen a muchos en el camino de la perdición. La rebelión se gesta en el submundo de casi todos los mundos civilizados, un incendio a la espera de una chispa. Cuando las llamas de la herejía prenden, el Caos les sigue.

Los cultos comienzan a crecer desde lo más profundo de la estructura de los mundos imperiales, impulsados por las profanas predicaciones de los demagogos tocados por el Caos. Aunque muchos de estos cultos son descubiertos y erradicados los vigilantes del Imperio no tienen ojos en todas partes, y muchos de ellos florecen. Los Cultistas se esconden a la vista, sus ropas grises cubren los tatuajes y símbolos dedicados a los poderes destructivos que han tallado en su propia carne. Su número continúa aumentando con el tiempo, hasta que el culto ha infectado a grandes porciones de la sociedad del planeta y un sentimiento colectivo de destino les da un propósito a sus miembros. Comienzan a reunir armas en escondites secretos, robando a las fuerzas de defensa planetaria y fabricando herramientas improvisadas con las que pueden cortar y golpear. Algunos incluso reciben visiones que revelan métodos para crear armas rudimentarias pero efectivas.

Compañías enteras de estos harapientos se reúnen en torno a los demagogos que llegan, pues la vida cotidiana de un ciudadano imperial suele ser tan desesperada que ni siquiera el asomo de un nuevo orden les resulta embriagador. A medida que se acerca la hora de su juicio final, los sirvientes más fieles son marcados con horribles mutaciones, y los miserables que contemplan estos dones ofrecen voluntariamente sus almas a los Dioses Oscuros. Cuando estalla una guerra abierta, las pandillas de cultistas irrumpen en la batalla armados con escopetas, e incluso ametralladoras primitivas y lanzallamas industriales. A pesar de lo tosco de sus armas, los cultistas del Caos a menudo son capaces de abatir a un enemigo superior gracias al peso de su número y a su fuerte deseo de destrozar las entrañas del Imperio.

Finalmente, cuando las fuerzas invasoras de Marines Espaciales del Caos se acercan a su mundo, la presencia de los Cultistas es revelada. En una violenta explosión de ira reprimida, caen sobre aquellos con quienes han vivido toda su vida. Nadie se libra de su retorcida furia mientras cantan blasfemias y paradójicos juramentos. Piras gigantescas son encendidas en el nombre de los Dioses Oscuros, y bajo su ardiente luz, los Cultistas continúan destrozando y mutilando a aquellos que aún son leales al Imperio.

Los cultistas pueden provenir de casi cualquier estrato social: soldados psicóticos, pandilleros de colmena, asesinos, nobles decadentes, desertores de la Guardia Imperial, pseudohumanos perseguidos y mutantes que viven en las cloacas, todos ellos se consagran al Caos con tal de mejorar su suerte. Después de todo, incluso un hombre que no tiene nada puede traficar con su alma. Los regalos recibidos por la mayoría de cultistas son tan extraños como los otorgados a los Marines Traidores: un devoto favorecido podría tener músculos de acero, o tentáculos con ventosas en lugar de lengua, o la cabeza con cuernos de una bestia embrutecida. Todos entrenan sus mentes y cuerpos para el día en que el favorito de los Dioses les llevará a un futuro oscuro y glorioso, un día en el que puedan levantarse contra el odiado orden del Imperio y hacer arder la galaxia.

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